«En bitcoins», repitió Austin Craig ante la joven detrás del mostrador de la pizzería Lean Crust Pizza en el vecindario de Fort Greene, en Nueva York. «¿Podemos pagar con bitcoins?». «¿Con qué?», fue la respuesta.
Craig, de 30 años, estaba pasando apuros para convencer a Nadia Alamgir sobre la existencia de la moneda virtual que ha cobrado impulso en todo el mundo y cuyo valor —tras meses de marcadas oscilaciones— esta semana batió récords a US$400 por bitcoin.
Estaba a mitad de camino de una odisea tricontinental que emprendió con su esposa, Beccy Bingham-Craig, de 29 años, y un equipo de filmación que documentaba su viaje, que comenzó en el estado de Utah, en EE.UU. Su misión: vivir sólo a base de bitcoins.
«En general, ha sido inconveniente y a veces frustrante», admite Craig, frente a la pizzería, «pero nunca imposible». Lean Crust se promocionaba como un local que aceptaba bitcoins pero no había registrado mucho movimiento. Al final, Alamgir contactó al dueño del local, quien acudió al lugar y procesó la transacción.
Sin embargo, Lean Crust es una en un pequeño pero creciente número de tiendas, agencias de viajes y minoristas en línea que están comenzando a aceptar como medio de pago la moneda digital que hasta hace poco era prácticamente desconocida. Los bitcoins no existen, excepto en el mundo virtual, y sólo pueden intercambiarse de forma electrónica. Sus orígenes son turbios: se dice que un hombre o un grupo de personas que se hacían llamar Satoshi Nakamoto crearon el bitcoin en 2009 y desataron la demanda al hacer que solo pudiera obtenerse a través de complicadas búsquedas algorítmicas en potentes computadoras.
Pero en los últimos 12 meses, el bitcoin ha adquirido vida propia. La moneda ahora es tema de discusión en conferencias de inversión. Los gemelos Winklevoss, conocidos por su pelea con el fundador de Facebook Inc. FB +0.04% Mark Zuckerberg, lanzaron un fondo de bitcoins. También está bajo la atenta mirada de los reguladores que temen que pueda ser usado para lavar dinero.
Para los Craig, el bitcoin representó una posibilidad de vivir una aventura y empezar una carrera cinematográfica alternativa. Si bien comenzaron el experimento el 23 de julio, no comenzaron el viaje hasta octubre, cuando salieron en auto desde Provo hacia Nueva York. Desde allí volaron a Estocolmo, Berlín y Singapur antes de regresar a Provo. La experiencia duró en total 101 días, hasta el 1 de noviembre.
Craig afirma que escuchó hablar sobre la moneda por primera vez en 2011 y luego pensó en vivir y viajar usando sólo bitcoins. «Me entusiasma el bitcoin y su futuro», dijo. «Es como una reinvención del dinero».
Desde el 23 de julio, cuando regresaron de su luna de miel, los Craig pagaron todo lo que consumían con bitcoins, desde el alquiler hasta la comida y el combustible. En ese momento, un bitcoin valía unos US$98, según la cotización en la bolsa Mt. Gox, con sede en Tokio, una bolsa primaria que siguen los entusiastas del bitcoin.
Durante el viaje, no sólo tuvieron que presentar la nueva moneda a muchas personas sino también convencerlos para que la usaran. Tras insistir unas pocas semanas, su casero, Justin James, accedió al plan —con el incentivo de cobrarles un poco más de alquiler— y abrió su propia cuenta de bitcoins.
«Al final», dice James, «no fue tan inconveniente como pensé que sería». Si bien no se declara un devoto, pensó que el experimento sonaba divertido y que le gustó participar en él.
Tras rastrear por Provo, encontraron una tienda de alimentos, LoLo’s Fresh Food Warehouse, que aceptaba la moneda. También encontraron una empresa aseguradora de autos que operaba con bitcoins. Lo más difícil de conseguir de forma regular, señala Craig, fue la gasolina.
La empresa donde trabajaba Craig accedió a pagarle en bitcoins. La pareja encontró agencias de viajes en Alemania que aceptaban la moneda virtual y, a través de éstas, reservó hoteles y vuelos para el viaje por el mundo.
En Nueva York, comieron pizza. En Estocolmo, se quedaron sin cenar la primera noche. En Singapur, Binghman-Craig se hizo un tatuaje con henna. En cada destino, afirmó Craig, encontraron al menos un entusiasta del bitcoin dispuesto a ayudarlos.
«No sabíamos cuánto nos desgastaría la duración (del experimento)», indicó Craig. «Cosas totalmente normales y corrientes se convirtieron en desafíos monumentales».
Finalmente, a pesar del escepticismo de amigos, familiares y la propia comunidad bitcoin, se las arreglaron para vivir con bitcoins durante más de tres meses. «Realmente no hicimos trampa», dijo Craig. «Todos pensaron que lo haríamos».
Fuente: online.wsj.com