La tradicional cajetilla donde se almacenan los 20 cigarrillos, en verdad es un prodigio de diseño. Pues es cómoda de transportar, se aloja perfectamente en el bolsillo del pantalón, la camisa o la chaqueta, alberga una cantidad razonable para un consumo moderado, permite un acceso fácil a la mercancía y además solo basta un firme pero suave empujón para que asome la punta de la boquilla.
Todo eso podría cambiar si triunfa el uso de un nuevo diseño de cajetilla de tabaco, orientado a hacer más incómodo el consumo y por tanto, reducirlo. Los Gobiernos se gastan un dineral cada año en gastos sanitarios derivados de las enfermedades provocadas por el tabaco, y en campañas para erradicar o al menos disminuir el hábito entre los fumadores.
Ya se han dado los primeros pasos para dicha disminución, con los cada vez más grandes anuncios, algunos parodiados en camisetas con la leyenda “Matar puede fumar“, pero a veces las formas son tan importantes… sobre todo si las cambiamos pero no para facilitar las cosas, sino al contrario, para complicarlo.
Sería la anti ergonomía, tratar de dificultar el uso de algo para, en este caso, conseguir un buen fin, que es el abandono de un hábito perjudicial para la salud. La propuesta de Eric Askin pretende precisamente eso, una cajetilla con forma de poliedro romboidal, incómoda de llevar en el bolsillo, difícil de coger con la mano y de apertura complicada.
Finalmente a las grandes empresas de tabaco les será más costoso fabricar estas nuevas cajetillas, con lo que seguramente repercutirían en un aumento en su costos de producción y por ende un incremento en el precio final del producto, que se encarecería para el usuario, disuadiéndole de su consumo.
La última palabra la tendrían los Gobiernos, que serían los únicos capaces de obligar a las compañías tabacaleras a usar de manera forzosa este diseño, como ya las obligaron a insertar anuncios cada vez más grandes sobre el uso del tabaco. Ya veremos si esta idea llega a ponerse en práctica algún día.