A finales del IV milenio a.C., los primeros reyes de Egipto se hacían enterrar, junto a decenas de servidores sacrificados, en tumbas que luego tomaron un carácter colosal: las pirámides, por las que los faraones alcanzaban el firmamento y se reunían con los dioses.
Lo sorprendente es que algunos animales también fueron momificados. Esto ha salido a la luz hace poco tiempo, según las últimas excavaciones realizadas en las Grandes Tumbas de los Faraones.
Un ejemplo de lo contado, es el caso de una gacela que una reina crió como mascota y que fue preparada para su viaje a la eternidad con el mismo esmero que recibiría un miembro de la familia real. Envuelta en delicados vendajes con ribetes azules y depositados en una caja de madera hecha a medida, acompañó a su dueña a la tumba hacia 945 A.C.
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