Durante cientos de años, se han relatado breves encuentros con rayos globulares, una especie de esfera luminosa del tamaño de una pelota de tenis que irrumpe generalmente durante las tormentas.
l fenómeno es de lo más extraño. Aunque los detalles de los testigos pueden variar, la aparición se ha descrito como un objeto flotante en forma de esfera, el cual se mueve por el aire a diferente velocidad e incluso va acompañado de un ruido parecido a un silbido o a un crepitar de agua hirviendo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos aliados informaron haber sido escoltados en muchas ocasiones por este tipo de centellas en la punta de las alas de sus aviones, un fenómeno al que llamaron «Foo Fighters», un “objeto volante no identificado” que algunos han querido confundir con señales de otros mundos.
Hasta la fecha los científicos nunca se han puesto de acuerdo sobre la causa de la aparición de estas bolas eléctricas e incluso muchos han creído que se trata de un mito. Ahora, investigadores de la Universidad de Innsbruck, en Austria, creen que han encontrado una solución al misterio.
Como sucede durante las tormentas eléctricas, sugieren que la centella es realmente una alucinación inducida por la estimulación magnética del córtex visual del cerebro o de la retina del ojo.
En experimentos anteriores, otros científicos expusieron a voluntarios a unos cambios bruscos y rápidos del campo magnético utilizando una máquina llamada estimulador transcraneal magnético (TMS). Los campos magnéticos de la máquina son tan poderosos para inducir corrientes eléctricas en las células del cerebro humano sin hacerle daño.
Cuando el campo magnético se dirigió al cortex visual del cerebro, los sujetos vieron discos luminosos y líneas. En su investigación, publicada online en arXiv.org, Joseph Peer y Alexander Kendl argumentan que los globos oculares podrían tener el mismo efecto en las personas.
Investigadores del tema, creen que la mitad de los casos de rayos globulares son trucos de la mente inducidos por el magnetismo. Sin embargo, no todos los científicos están de acuerdo. Según explica a la revista National Geographic John Abrahamson, químico de la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda) y experto en este fenómeno.