La actriz Sigourney Weaver, que encarna a una fogosa científica pelirroja, está inclinada sobre el protagonista, el actor australiano Sam Worthington, un ex marine que acaba de despertar de su letárgica conexión con los Navi, la raza nativa de este mundo alienígena llamado Pandora.
El Satélite, una de las 28 lunas del gigante gaseoso Polífemo, está lleno de vida y recursos minerales que los humanos queremos explotar a toda costa, para lo cual hemos acudido a la tecnología de los avatares. Se trata de seres-probeta creados por los científicos en la Tierra a partir de ADN extraterrestre y humano.
El producto es una nueva criatura que posee las ventajas de un cuerpo Navi, pero que puede ser manejado por una mente humana. Este avatar tiene la habilidad de pasar de un mundo al otro, supuestamente para beneficio de los colonizadores terrícolas.
La estrella del filme son las flamantes cámaras estereoscópicas que James Cameron desarrolló y perfeccionó durante una década con la asistencia de especialistas. Son complicados artilugios con dos lentes paralelas, como si fueran un par de ojos, montados de dos en dos sobre cuatro grúas que se mueven sin producir un sonido.
Cada par converge en un mismo punto desde direcciones opuestas, buscando una alineación óptica perfecta: la base de una filmación en 3D. Comparadas con las cámaras tradicionales de cine, estas son bastante pequeñas. De hecho, un operador tiene dos de ellas colocadas a modo de steadicam en el pecho. Eso es algo que nunca se había hecho antes.
La película también es pionera en el uso de la tecnología e-motion capture. Esta utiliza mini cámaras colocadas en las cabezas de los actores para replicar sus expresiones y hacer que los personajes generados por ordenador parezcan aún más reales.
Una respuesta
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