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Este es, probablemente, el primer lector de e-books que se ideó, y tiene como fecha de creación aquel lejano año de 1935. Vaya que buen tiempo ha transcurrido desde aquella vez hasta la nuestros días.
No se tiene la certeza si la idea alguna vez llegó a construirse o se trata solo de un proyecto, de esos que abundan mucho por ahí, pero llama poderosamente la atención que en aquellos lejanos años ya existiese la inquietud por crear un aparato para leer “sin papel”.
Aunque en este caso el acceso era más bien complicado, comenzando porque había que fotografiar cada página del libro y proyectar la diapositiva en una pantalla, algo semejante al microfilm y, evidentemente, sin la magia de la digitalización.
Claro está, que la ventaja de este diseño es que no había forma de aplicar DRM a los libros, pero sospechamos que podían violarse algunos de las cláusulas del copyright si no se pedían los permisos pertinentes.
Ya que no existía la tecnología e-ink, el asiduo lector habría terminado con la vista muy fatigada, como cuando leemos por largos periodos de tiempo en una pantalla que emite luz, como las CRT o las LCD.