Miles de vidas humanas podrían salvarse cada año si se administrara un moderno fármaco, dicho medicamento seria de bajo costo y estaría ampliamente disponible a pacientes gravemente heridos que sufren hemorragias. A esta conclusión se llego, luego de presentado un informe global sobre el nuevo medicamento, llamado ácido tranexámico (TXA), que ayuda a que la sangre se coagule y que podría reducir en un 15% el riesgo de morir por hemorragia.
La investigación, llevada a cabo con 20.000 pacientes, aparece publicada en la revista The Lancet. Cada año, afirman los investigadores, unas 600.000 personas lesionadas o accidentadas mueren a causa de hemorragias en el mundo. Gran mayoría de estas muertes o lesiones se dan en países en desarrollo.
Aunque estudios previos más pequeños habían demostrado que el TXA reduce el sangrado en pacientes sometidos a cirugía mayor, ésta es la primera investigación que comprueba su efecto en pacientes heridos que sufren hemorragia grave.
En el estudio participaron víctimas de accidentes de tráfico, tiroteo, apuñalamiento y explosiones de minas terrestres. En la investigación se les inyectó a los pacientes 1 gramo de TXA en un período de pocas horas tras la lesión, y posteriormente se les suministró otro gramo del fármaco en un suero durante las siguientes ocho horas.
Tras analizar el número de muertes en hospitales cuatro semanas después de sufrir la herida, los investigadores encontraron que el TXA redujo en más de 15% las probabilidades de muerte debido a la pérdida masiva de sangre.
El doctor Ian Roberts, epidemiólogo que dirigió el estudio, afirma que el fármaco mostró "una reducción significativamente alta en el riesgo de morir". El estudio además no mostró evidencia de complicaciones o de formación no deseada de coágulos, que era algo que los médicos temían.
Los autores del informe recomiendan que los médicos en todo el mundo que tratan a pacientes con heridas tengan a su disposición ácido tranexámico y piden considerar la inclusión del medicamento en la Lista de Medicinas Esenciales de la OMS.
La investigación fue financiada por el Instituto nacional para la Investigación de la Salud del Reino Unido, la compañía farmacéutica Pfizer, la Fundación BUPA y la Fundación de Beneficencia JP Moulton.